jueves

odio esto, odio estar en todo mi derecho de escribir más que nunca, odio ese derecho creativo que surge de la miseria más absoluta y honda del ser humano, de las crueldades de la tarde, de la remera chorreando negro sobre el suelo, de la sequedad y de la nostalgia en estado sólido. y es que me da tanta pena, saber que podría estar redactando los mejores textos del mundo y que, de hecho, es muy probable que ya lo haya hecho en mi cabeza caminando por mi barrio, aburriéndome de escupir tierra y tragar humo; me da muchísima pena sentir que el rascacielos que me mostraron hace tiempo ahora tiene efectivamente un cuerpo, que se abalanza sobre mí y que lo único que pueden ofrecerme quienes cruzan la avenida sea un consuelo de papel, que todo el jazz y todo el viento y el perfume y la arena no sean más que imágenes viejas, retrasadas, apenas un reflejo de lo que pudo haber sido, pero no, porque estoy hecha una corbata, eso es, una corbata anudada en el cuello de un león y no puedo salir corriendo, las corbatas no tenemos patas como los relojes y las comas. hoy alguien me llenó de tinta el cuello, fue muy raro, me punzaba y me susurraba el cielo entre comillas, como aliviándome o como exaltándome la falta de dulzura, la cara roja e hinchada, esas ojeras que supieron ver pero no curar; decidí alterarme, manchar mi cuello de nuevas señas, símbolos de la enfermedad y la locura, de voz humana que no-se-calla cuando los labios gritan silencio, y un licuado, sí un licuado, no sé si alguien alguna vez vaya a acordarse de eso, pero había algo de un licuado, de aceitunas y un licuado. tengo tanto miedo, hace horas que tiemblo en la calle y bajo las sábanas por sobre todo, me temo a mí misma, a la soledad que se construye de nada, a estos algodones que se cubrieron de polvo y ahora sólo sirven para convertirme en cenizas, estoy aterrada por culpa de este día que no se acaba nunca, que se esmera por encerrarme en un globo aerostático sin aire, que quiere prolongarse hasta el todo, hasta el siempre y hasta el olvido, pero no quiero, no, no quiero seguir escribiendo esto, ni que se me ocurra, no quiero tener que pensar en dejar de pensar en algo, en algo que tiene rostro y muecas y sonido, en algo que se me acumula bajo los párpados y no está concluido, es horrible, tengo huellas de araña en el brazo, ayer me exprimieron la savia, y hoy ya no puedo decidir si duele o si mata-

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