jueves

son raros esos días
en los que lloro a mi memoria
a cajón abierto-
me gustaría pensar que no soy más
que una ficción creciendo bajo mi nombre,
un remolque de ideas usadas y pegajosas
para consolar una falta de talento,
pero no:
en días como hoy yo
arrugo mi piel para sentir la despedida,
para demostrarme que no soy fuerte un carajo
y que los abrazos y palmadas de ese día
todavía los recibo
pero en una espalda invertebrada,
destrozada en ese nervio que alguna vez
sirvió para contenerme la risa,
para gritarte algo, para invitarte a casa,
para dormir en esas ilusiones que me regalabas;
ojo, ya no tengo bronca, el enojo
lo perdí viviendo hace mucho, pero sí
está esa cosa que queda, ese que lo parió
que hace eco en las horas: no sé cuántas pasaron
desde que te fuiste, desde que toqué ese pedazo de madera
que escondía tu nariz, tu pelo largo,
mi admiración y la infancia,
hay muchos minutos en una sola tristeza,
hay mucha poesía de bolsillo, mucho punto y coma;
lo que no hay es jarabe para los siete de enero,
cuando se muere alguien- otro alguien que toco,
que puedo ver a través del tiempo,
y que en nada se acerca a tu sombra
de puerta abierta,
pero que aún así se recuesta
en la misma tristeza,
esa tristeza que da paso a una melancolía
tan poderosa
que te arrastra y que te impide
terminar un poema,

No hay comentarios.: