jueves

hay un montón de cosas lindas como
escuchar a frank sinatra o tener
un collar de flores colgado del cuello
o el aire acondicionado, o la música
que suena en un bar en el momento justo
para darle un beso a alguien. hay cosas
que se parecen mucho a mirar un árbol
con detenimiento o a tomar un jugo de naranja
una tarde de diciembre en ojotas, o a
caminar por el barrio reconociendo sus grietas
y sus graffitis eternos. hay cosas
que se reflejan en otras cosas por
su delicada forma de existir entre nosotros
y de amontonarse, como las algas y los lirios
y los cardúmenes y las bicicletas estacionadas
afuera de los colegios en verano, o las
moléculas de aire que se chocan o el silencio
que sucede a otro silencio en una casa
herida por el tiempo. hay cosas grises y
transparentes y pálidas, o cosas chillonas
como el viento del caribe y los niños famélicos
que sólo conocen la necesidad y la urgencia
entre el llanto y la sonrisa. hay un montón de
cosas que no entran en el recorrido del sol
por el horizonte, pero que están ahí
esperando por ser nombradas y así existir
en su belleza inevitable como dijo alguna vez
otro poema- es casi lo mismo a querer
dormir con alguien en una noche de
estrellas cálidas y tener conciencia del hecho
en el futuro, o a escribir algo y saber
que apenas se acabe lo escrito habrá
un capullo cerrándose hasta el día siguiente,
día de la creación y de las novedades, de
algún nuevo giro de este mundo y del
estreno de alguna película sobre
frank sinatra y las flores y las bicicletas
y el tiempo; porque siempre en el tiempo
están las cosas, o mejor dicho:
siempre en las cosas está el tiempo
multiplicando las aristas de ser
un espectador más del universo,
una bolsita rellena con aserrín y
pedazos más vistosos de madera que
sirve de amortiguador para el vuelco de las
aves, el derrumbe de la sierra y la catastrófica,
brillante y extraordinariamente retorcida
implosión de este planeta.