Viejos, tus ojos viejos
descansan en los surcos de la memoria
que tan pálida y tan oscura
se regocija de encontrarte
ya anciano y desnutrido
pero desnutrido no de nutrirse
sino desnutrido de perdones
de paciencia de cantares de señales
desnutrido de cielos que te abriguen
y de lluvias que te siembren.
El viento borrado por el polvo de tu tierra
prolifera en forma de poema
y te grita con la fuerza del ocaso
¡vuélvete, profeta! la lucha no ha terminado
la sangre aún corre en el río de su llanto.
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