martes

estas visitas que nos hacemos,
vos desde la muerte, yo
cerca de ahí, es la infancia que
pone un dedo sobre
el tiempo. ¿por qué-

se enreda en mí el poema
creciendo desde lo negro como una planta
que nace de las sombras,
me abraza como un alivio o un
remordimiento, no lo sé;
lo cierto es que tengo una llaga
y se derrumba
generando otras llagas nuevas,
como si la muerte - voz animal
escondida en estos versos -
fuera un espectro contagioso, un
ladrido que se repite
en todos los balcones del barrio.
y la tormenta; creo en
la tormenta, y en que aguarda
en la rendija invisible por donde cae la tarde
para hacer de nosotros ese charco de cenizas
que algún día
nos alentará a flexionar los brazos
y estirarlos, erigiendo así la oración
que nos condenará por siempre
a ser humanos,
a llorar estas pérdidas y a enojarnos
con nosotros mismos;
de esto estamos hechos:
de puños cerrados, de
fragilidades, de pantanos y de escombros
que vagamente redundan
en las ceremonias del olvido,
de barrancas por donde nos deslizamos
para superar la vida,
para hacer lobby entre la injusticia
y la desdicha.

de esto estamos hechos.
somos la pesadilla que entierra a sus muertos
y se despierta en un mundo adormecido.

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