domingo

Codo a codo.

Las mesas entre viejas personas de nuestras vidas pueden resultar muy reveladoras. Hoy, por ejemplo, no pude hacer más que descubrir poquito a poquito lo que supongo conozco desde que tengo uso de conciencia. Hablo de la dinámica humana; la, sin exagerar, rarísima dinámica humana. Es extraño pensar cómo un individuo se zambulle de repente, quizás sin aviso, en la pileta - que es la vida - de otro individuo. Y cómo es que en ese segundo de intromisiones y salpicados, la rutina, o, mejor dicho, el sendero de uno o de otro se mancha de un color nuevo, por más neutro u opaco que sea. Y cómo es que de ese pequeño tinte una persona pinta un gran cuadro.
Busco la claridad pero qué difícil cuando de un apretón de manos o de una mirada se tejen las historias más complejas. Incluso no llego a entenderlo del todo, porque ¿a qué se debe esa complejidad constante? Cuando un beso es sólo eso, y cuando un abrazo es sólo un poco de calor, y cuando una caricia o una palabra no es más que un te quiero. Realmente es increíble observar al ser humano y su reacción natural al entablar una relación. El proceso de encanto y desencanto... El hallazgo de esos nuevos defectos que por momentos tienden a sobrepasar las virtudes. O viceversa. Y la generalmente frase concluyente, aunque muchas veces demasiado conformista, de "lo importante es que, más allá de todo, es una buena persona". Lo más raro es que es necesaria una charla de dos horas para llegar a esas no más de quince palabras y en la charla uno dice "pero cómo habla, cómo dice esto, cómo piensa aquello, cómo camina por acá o cómo se mueve por allá, es todo por un terrible complejo de inferioridad", otro dice "para mí que es muy acaparador/a, no sabe escuchar, pero no le puedo decir nada porque no quiero herir a nadie", algún buen cristiano explica que "es tan caritativo/a, siempre se preocupa por los demás, una persona así no puede ser interesada" y el último mete púa que agrega que "hay que pensar que tiene muchísimos quilombos en la cabeza. De hecho, es un quilombo caminante". Todo eso para obtener como resultado que es una buena persona más allá de cualquier matiz desfavorable que pueda poseer. Y no está mal, pero, qué locura, ¿no? La sociedad está inmersa en un mar de uniones y desenlaces, con muchos gritos del tipo de "¡vos sos mi amigo!", "¡aquél es sólo un conocido!", "¡te amo porque sos mi novio!", "¡fulanito no tiene ningún tipo de conexión conmigo!". ¿Y qué si esos tantos parámetros verdaderamente no existen? Definitivamente no venimos con manual de instrucciones y a Dios gracias que es así. Entonces, ¿vale la pena condicionarse tanto? ¿Vale imponerse tantos límites absurdos con tal de facilitar un orden supuestamente necesario? ¿Vale justificar al corazón con conjuntos de letras que en muchos casos llevan al caos?
Yo no sé. Todavía no comprendo... El mundo es una hermosura. El mundo que los hombres constituyen: el mundo del ir y venir de ojos, bocas, pieles, alientos, desesperos y ternuras. Pero es un enigma. Y una mesa de amigos puede desmenuzar tanto la conciencia.

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